MISCELÁNEA.















23 de febrero de 2024

Yugo

El matrimonio indisoluble es amor en cautividad.

 

Amores eternos

Del Amor pasaba al Amor con solución de continuidad.

 

Bricolaje del corazón

El suyo era un amor con obsolescencia programada, pero les duró toda la vida porque eran unos manitas. 

 

Premio de consolación

Aquellos ángeles traviesos hacían concursos de tiro con arco, y el que quedaba el último era nombrado Cupido del año. 

 

Homeopatía

Era una relación tóxica, pero administraban el veneno en dosis tan pequeñas que se curaban. 

 

Fidelidad

Su desamor duró toda la vida porque estaban hechos el uno contra el otro. 

 

Y comieron perdices

Se casaron cuando le llegó la fecha de caducidad a su desamor.

 


21 de octubre de 2023

Hay dos clases de historiadores, los revisionistas y los amanuenses. 

Tu vida es única, escribe un diario.  El más grande escritor nunca estará a la altura de tu imaginación. 

Se consideraba un escritor segundón, y sólo concurría a los premios que tenían accésit. 

Era un escritor tan fracasado que rechazaban sus libros en autoedición. 


9 de octubre 2023

Leo para descubrir qué escribiría si leyera. 

Escribo dejándome llevar, pero a contracorriente.  


11 de mayo 2023

Diario fantástico

-Sigue sin poder constituirse el Orgasmo* de Gobierno de los Jueces. 

*Órgano. Ahora ya entiendo lo de la erótica del poder (judicial).

-El mangante* no reconoce el veredicto.

*magnate, claro; Trump, para más señas. 

-Joaquín Sabina, con problemas para recordar las letras de sus composiciones.  Amplio repertorio de sus equivocanciones*.

*equivocaciones, si no me equivoco. 

-En excavaciones junto a la gran Pirámide se encuentra un vídeo grabado* con secuencias de la vida de Nefertiti. 

*vidrio gravado, Egipto fue una gran civilización, pero no estaban tan adelantados.  

-La picadura de la mosca Tse-tsé del Tópico* produce la enfermedad del sueño.

*Trópico, con playas doradas, cocoteros y exuberantes nativas con collares de flores y nada más.  Otro tipo de sueño, vamos; otro tópico, también, pero éste muy excitante.  

-Los que hablan dos idiomas desde niños duplican las probabilidades de tener lapsus bilingüe*.

*lapsus lingüe, que se me lingüe la trabe.  




23 de febrero 2026

El borracho, cuando nieva, sueña con copos de vino. 

Plácido Domingo, según el Me Too, es el peor Tenorio de la Ópera.   


20 de enero de 2023

Bueno, bonito y barato.  Aforismos publicitarios.     

El Consumismo ofrece felicidad masiva.

Adelantaron la eutanasia del abuelo para aprovechar las GRANDES REBAJAS de la Funeraria. 

El Ku Klux Klan usa detergente Ariel, made in Germany.

La fábrica de Coca-Cola se incendió porque prendió la chispa de la vida. 

El oropel se vende al mejor impostor. 

Provocó su accidente mortal, grabándolo con el móvil, para presentarse al concurso publicitario de Tráfico.  El anuncio resultó impactante. 

Anuncio del secuestrador en las páginas de citas: “Busco pareja con síndrome de Estocolmo.  Se ruega incluyan foto reciente y declaración de la Renta.” 

PLEONASMO (Redundancia, repetición, añadir a una frase palabras innecesarias): “Publicidad engañosa”.   

“Just do it” en lenguaje subliminal se traduce por “Compra ya”. 

Aquel cementerio ofrecía panteones, tumbas, nichos, y osarios “en multipropiedad”. 

El eslogan de la gira de Sabina “Amores que matan nunca mueren” tuvo que ser retirado por apología de violencia de género. 

Aquel Taller de Poesía se anunciaba con el lema: “Hasta el metaverso y más allá”.  


10 de diciembre de 2022

Puenteaba a su conciencia hablando directamente con Dios. 


21 de noviembre de 2022

El talento no se puede ocultar, porque brilla.  Tampoco se puede ocultar la falta de talento, porque brilla por su ausencia. 


9 de noviembre de 2022

Echan pintura en varios cuadros del Museo Reina Sofía, y los mejoran. 

 

8 de noviembre de 2022

GUERRA. 

No a la Guerra, dijeron todos menos uno. 

Putin está a favor del pacifismo en todo el mundo, menos en Rusia.  Sigue en esto a Sun Tzu -citado por Ana María Shúa en su microcuento “El engaño”- para quien “todo el arte de la guerra se basa en el engaño, y el escalón supremo es someter al enemigo sin luchar”. 





7 de noviembre 2022.

Cuando oigo hablar de Utopías me echo la mano al pasaporte. 

El Paraíso es aburrido, porque el tiempo se hace eterno.  


27 de octubre de 2022

Pensar es la mejor manera de equivocarse, pero no la única de acertar. 

Piensa mal y acertarás peor.  


23 de octubre de 2022

Un editor de éxito tiene que saber detectar los libros que los electores vayan a considerar elegibles.  


8 de octubre de 2022

La telebasura es un fiel retrete social.  


7 de octubre de 2022

Los profesores que no respetan a sus alumnos son unos indocentes

Los alumnos que no respetan a sus profesores son unos maleducandos. 


6 de octubre de 2022

El corazón tiene muchos centros.  Se localizan bien porque casi todos han dolido alguna vez.  



22 de septiembre 2022

Los vagos, cuando se levantan por la mañana para ir a trabajar, se desesperezan.  

Creó el Partido Gratis Total y ganó las elecciones por mayoría absoluta de votos cautivos.  



2 de agosto de 2022

Un diario es un texto que se atiene, rigurosamente, a la realidad inventada por el autor. 

Melancolía es cuando el alma tiene mal cuerpo.   


18 de julio 2022    

                    El cariño que das 
                    es el cariño que eres.  



12 de julio de 2022

Todas las familias sanas se parecen, las familias heridas lo son cada una a su manera.  


10 de julio de 2022

Elegir bien en un cruce de caminos es elegir bien un crece de caminos. 

Tenía un gran camino por delante pero la muerte lo atropelló.  


23 de junio de 2022

Greguerías de los sentidos. 

Vista:

En el Lejano Oeste los rostros pálidos se camuflaban de piel roja bebiendo vino tinto. 

Oído:

Las primeras gotas de lluvia sobre el paraguas suenan como los golpes de la batuta en el atril antes del concierto. 

Olfato:

Cyrano era el mejor sumiller de Bergerac, pero empezó a batirse en duelo cuando las malas lenguas dijeron que le crecía la nariz cuando hacía catas. 

Gusto:

Los pulgones, cuando ascienden por el tallo de una flor no llevan merienda, porque les espera en la cima. 

Tacto:

Aquel niño se metía tan dentro el dedo en la nariz que se sacaba bolitas de sesos.  


17 de abril de 2022

La silla es el suelo del culo. 

La Procesión que va por dentro comienza justo cuando cortan el cordón. . .umbilical.

Era un poeta que contaba palomas de la paz para conciliar el sueño.    


18 de julio de 2021

Era una estatua tímida que soñaba con volver a la piedra. 

Deformar también es dar forma. 

Era un tren insaciable, devoraba kilómetros a dos carriles. 

En los cementerios marinos están las tumbas al ahogado desconocido. 

Era un cerebro muy ingenioso porque sus sinapsis tenían mucha chispa. 

Cuando Neptuno va a celebrar un banquete hace que llueva para dejar a los peces en su punto de sal. 

Los mejores barcos sueñan con un cielo en el fondo del mar. 

El mar salpica a la lluvia. 

Aforismo escatológico, suciedad limitada.  

Le gustaba decir siempre la última palabra, y parecía que hablaba en epitafios. 

El fantasma de la última palabra recorre el cementerio corrigiendo epitafios. 

El reflejo de la luz de la luna en el mar parece el sudario del crepúsculo. 

El remordimiento es un sarpullido en la piel de la conciencia. 

Ninguna Utopía es inocente.  





26 de junio de 2021

"Maximínimas".

Escuchar es una manera de hablar. 

En los cruces de caminos tenemos que dirigirnos a donde queramos ser. 

Era un ateo de clausura porque solo creía en la vida interna.

Cuando despertó, la dinosauria se había ido para siempre.

La escritura de los ángeles es surrealista porque está hecha a vuela pluma. 

El escritor de aforismos puede aprobar Literatura aunque saque notas mínimas. 

Un buen silencio puede superar la barrera del sonido.

Era un cadáver cataléptico y a veces parecía resucitar. 

Tenía una saliva tan dulce que una gota colmaba el beso.

Cuando se superponen las agujas del reloj parece que hay eclipse de hora. 

En materia de aforismos hay que distinguir el grano de la semilla. 

Un poema siempre trabaja en el alumbre


17 de junio de 2021

“Greguerías del vino.”

El vino tinto presume de que su delirium tremens es sicodélico y el del blanco un pálido reflejo. 

El vino blanco es políticamente correcto, y en vez de vino tinto habla de vino de color.  

En las bodegas del Far West el vino blanco tiene la denominación “rostro pálido”, y el tinto, “piel roja”. 

Bebía vino peleón, blanco y tinto, y tenía malas resacas porque se pegaban. 

El vino peleón provoca grandes resaKOs. 

Era un cava peleón y disparaba tapones. 

Bebía vino de todos los colores y sus “pedos” eran arcoíris. 

En la última cena los apóstoles vascos bebieron calizmocho. 

Les gustó tanto a los apóstoles el vino de la última cena que pusieron una cruz en la barrica.

Se declaraba por carta de vinos, decantando su amor. 

Aquel borracho decía que la que estaba alcoholizada era su sed. 

A la salida de la taberna había una farola que era el tío vivo de los borrachos. 

El poeta borracho escribe una beoda al vino. 

Era un borracho elegante, usaba el sombrero de copa.  

Bebía para olvidar, pero nunca se olvidaba de beber. 

Algunos borrachos van de incógnito a las reuniones de Abstemios Anónimos para reafirmarse en sus creencias. 

Vino, bebió, vivió. 

Era un bodeguero bebedor, y se le iba la vid en ello. 

Suspendió en matemáticas, lo que con los años le llevó al alcoholismo porque nunca aprendió a tomar una copa de menos. 

Aquella joven chapada a la antigua no bebía antes de las comidas, porque quería llegar virgen al maridaje.







1 de junio de 2021

Cuando detienen a un pulpo le ponen las esposas polígamas.  

Practicaba la promiscuidad sexual porque sufría impotencia platónica. 

Era un ángel de la guarda incompetente porque cuando veía el peligro metía la cabeza bajo el ala. 

Dios premia a sus mejores ángeles permitiéndoles que echen una plumita al aire. 

La lectura libera las palabras impresas. 

El arte era su vida y cuando se le acabó la inspiración expiró. 

La Utopía es el mejor de los mundos imposibles. 

Si todos tenemos precio es que ninguno valemos nada. 

Si ponemos la otra mejilla nos darán el golpe de gracia. 

Era un borracho de colmillo retorcido para descorchar botellas. 

Los que abusan de los anglicismos son unos acomplejados, y con razón, porque hasta los niños ingleses lo hacen mejor. 

La música emociona más cuando toca un corazón desafinado. 

Cuando un políglota habla por megafonía se le oye en muchas lenguas a la redonda.  





14 de mayo de 2021

Las pesadillas nos despiertan para que las consolemos. 

Bajo los escombros del paraíso, buscar la manzana. 

Nadie es cualquiera, salvo que se esfuerce lo suficiente. 

Los ángeles tienen sexo platónico entre sí, pero se ponen los cuernos con los demonios. 

El verso pródigo volvió a la casa del poema desnudo. 

Ante la presencia del mar, el río recuerda toda su vida.

Cuando recomponemos los fragmentos de nuestro fracaso a veces nos sobra alguna pieza. 

Pidió una cita a su Musa, pero ésta le dijo que tenía otras inspiraciones.   

Cuando llegó a puerto, Ulises seguía oyendo a su sirena. 

Era tan crítico con su obra que al hacer su Antología sólo dejó el título. 

No podía ser músico porque no tenía buen oído para el silencio. 

Vemos estrellas fugaces, pero las estrellas fugaces no nos ven. 

El mar borra nuestras huellas en la playa como si estuviera pasando la página. 

La muerte está encantada de la vida. 

Mentía tan bien que sólo se ponía colorado cuando le pillaban en alguna verdad. 

En la pelea por la vida el miedo siempre gana por caos. 






7 de mayo de 2021.

Convenientemente torturadas las palabras pueden decir cualquier cosa.

El científico perdió el conocimiento al enfrentarse a la teoría del KO. 

Era un genio del aforismo, le salían auténticas birgreguerías. 

La máxima ambición de aquel escritor era decir lo indecible y lo consiguió indecir. 

Aquel reloj de bolsillo se ahorcó de la cadena porque no le daban cuerda. 

El sueño de la inteligencia artificial está libre de algoritmos. 

La línea de un electroencefalograma plano está llena de puntos finales. 

La última sinapsis es un fundido a negro. 

El caos es un laberinto con todas las salidas equivocadas. 

Toreó tan bien a la muerte que en su entierro le dieron una vuelta al cementerio. 

El día de los inocentes San Pedro les dice a las almas de los justos que se vayan al infierno. 

Al borde del abismo el suicida se arrepintió, pero murió del susto. 

Los pañuelos son paraguas en el valle de lágrimas.

El infinito en un haiku.  



2 de mayo de 2020.

La halitosis se cura diciéndole al paciente que es incurable, lo que le provoca desaliento. 

Al cortar el nudo gordiano la fuerza bruta se pasa de lista. 

La música es el arte más antigua, el Universo comenzó con un concierto de Big bang. 

Fue un gran pecador y para no ser condenado, el día del Juicio Final se hizo el muerto.  

Cuando se extinga la vida el Universo será diferente, porque no tendrá con quién ser indiferente. 

Quien bien te quiere te hará querer. 

Nunca encontró pareja porque practicaba el polidesamor. 

La tristeza lo llevó a la bebida porque lo hizo melancohólico. 

Tenía contentas a sus amantes porque se sentían promiscuidadas. 

Era un pistolero loco porque en vez de disparos le salían disparates. 

Cuando las serpientes mudan de piel es porque ya se han hecho otro traje a medida. 

Era misántropo solo en compañía. 

A un buen esqueleto cualquier cuerpo le queda bien. 

Odiaba a la gente porque estaba rencorcomido.  



26 de abril de 2021

El poeta bucea en el sueño para despertar palabras profundas. 

Se puede hacer un largo viaje sin moverse de la poesía.  

Leyendo en braille las yemas de los dedos erizan la piel del libro.  

Mataba de aburrimiento, era un asesino en serio. 

La inspiración llega sin buscarla, como por causalidad. 

Iba siempre de frente porque no tenía un lado bueno.  

Parcticaba la acupuntura porque tenía las ideas cogidas con alfileres. 

La vanidad es un espejito mágico que nunca traiciona. 

Buscando la belleza interior se pueden encontrar grandes compañeros de fatigas. 





16 de abril de 2021

"Casa de citas".  

Un libro de greguerías es una casa de citas en la que se invita al lector a disfrutar con los sentidos. 

La greguería tiene que dar al lector alguna pista para despegar.  

En la vejez el tiempo es como la goma de un tirachinas, se estira hacia el principio para lanzarnos al final. 

Todo escritor tiene su biblioteca de Alí Babá con las joyas literarias que ha saqueado. 

Los alimentos procesados no tienen presunción de inocencia. 

El Banco del Amor cobra intereses a morosos. 

Los fantasmas desesperados se suicidan colgándose de la sábana. 

Eran unos labios agridulces porque estaban llenos de besos perdidos.

Antes de la creación Dios era un Don Nada. 

Mejoraba bebiendo porque tenía mala uva pero buen vino. 

La resurrección no respeta la paz de los muertos. 

Ganó el concurso de lectura rápida con la técnica del abanico. 

La música de la nada se toca en silencio. 

El alma enamorada no abandona nunca sus cenizas. 

La piel del corazón está en los labios. 

Los labios rotos se cosen a besos. 

El poema de amor se escribe en beso libre. 

Los filósofos pesimistas encuentran en la Nada su fuente de expiración. 

Ante la Nada el pensamiento suicida salta al Vacío. 


6 de abril de 2021

"Arcoíris". 

Los ángeles artistas mojan sus pinceles en el arcoíris. 

Entre el cielo y el infierno hay treguas cuando sale el arcoíris, para que jueguen al fútbol ángeles contra demonios. 

Después de una lluvia de estrellas hay eclipse de arcoíris. 

El arcoíris debería provocarnos sinestesias de música celestial. 

Los arcoíris mágicos aparecen sin lluvia y dejan la tierra mojada. 

Los arcoíris que no se ven completos es porque son tejidos de luz que encoje al mojarse.  



25 de marzo de 2021

"Casa de citas". 

El trasplante fracasó porque el cuerpo declaró al nuevo cerebro “persona non grata”. 

Era un caso de doble personalidad en el que había un “yo” vivo y otro “yo” muerto.  La terapia consistía en sesiones de espiritismo.

Tocaba a mano cambiada, pero el piano se despistaba mucho porque no era ambidextro. 

Los machos alfa también se enamoran porque son sementimentales. 

Los que tienen buen olfato tienen más tendencia a contagiarse porque les llega antes la peste. 

Hay gente que busca en la televisión su electroencefaloprograma plano. 

Una mujer descalza es una mujer completamente medio desnuda. 

Aquella mujer tenía unas manos tan hermosas que cuando se quitaba los guantes interpretaba la danza de los diez velos. 

Buscar siempre el término medio produce metastasíntesis. 

Practicaba el alpianismo porque cuando tocaba el piano los dedos hacían escalas. 

Hay fantasmas que salen por la noche del fondo de armario de los espejos. 

Valiente es el que no se rinde ante su cobardía. 

No se oyen sirenas en los barcos varados.  



16 de marzo de 2021 

"Greguecitas."

No disparen al mecanógrafo, su metralleta es de fogueo.  

Escribía tan rápido a máquina que el médico se lo prohibió porque le provocaba taquicardiomecanografía. 

Era una máquina de escribir que hacía traducción simultánea con papeles de calco políglotas. 

Aunque era un gran mecanógrafo cuando escribía relatos eróticos se inspiraba mejor a mano. 

Mecanografiaba tan rápido que tuvo que comprar una máquina con límite de velocidad para evitar atropellos. 

Era un mecanógrafo tan violento que las letras se declaraban la guerra.   

Le llamaban piromecanógrafo porque tecleaba mascletás y la máquina echaba humo.    

A mano y a máquina el mecanógrafo compone a la vez letra y música. 

Escribía sus libelos a máquina, porque así tiraba la letra y escondía la mano. 

Lanzaba sus tipos a bailar claqué con las manos del mecanógrafo. 

Para pasar sus escritos a limpio usaba una máquina de escribir sin tinta. 

Nostalgia de tus dedos, escribió la vieja máquina cuando murió su poeta.  






"Menos es nada". (Greguecitas)  

¿A quién copiaban los artistas del Paleolítico?

Diógenes era un soberbio que no quería que Alejandro Magno le hiciera sombra. 

Era un artista ecléctico, copiaba de todos los estilos. 

Era un robot demente porque le faltaba un tornillo. 

El espermatozoide ganador es el primero en llegar al principio. 

Era un impertinente promiscuo y sólo hablaba por joder. 

Fue un eterno adolescente pero murió de viejo. 

El Arte Universal se dirige a todos los seres humanos, es cosmopolíglota. 

El progreso en el Arte a menudo es hacia atrás. 

Narciso murió en un accidente de coche porque se distrajo mirando por el espejo retrovisor. 

Los que solo aman el Arte Clásico tienen exceso de retrogusto. 

La inteligencia, a menudo, es poco más que buena memoria. 

Desconfiar del sentido común también es de sentido común. 

Los que creen en la Felicidad tienen una venda en los ojos, y se la vuelven a poner cuando se les cae. 

Creía en el amor eterno, y así sucesivamente. 

¿En qué infinito se encuentran los universos paralelos? 

La vida humana tiene mal pronóstico. 



16 de febrero de 2021

“Muertos de risa”. (Greguecitas).

El que sabe reírse de sí mismo le pintaría unos bigotes a su calavera. 

¿De qué se ríe la calavera de la Gioconda?

Los esqueletos se remueven en las tumbas porque los gusanos les hacen cosquillas. 

Los esqueletos, en sus fiestas, bailan claqué. 

La autopsia es encarnizamiento terapéutico “post mortem”. 

Era tan tímido que para no molestar se murió de incógnito. 

Era un fantasma exhibicionista, y cuando veía a alguna joven se levantaba la sábana. 

A los fantasmas, sobre todo de día, les da miedo hablar de las personas. 

Era un fantasma tan friolero que usaba manta.

Se vacunó contra la muerte, pero lo mataron sus anticuerpos. 

Pidió ser incinerado por miedo a ser enterrado en vida, y se despertó oliendo a chamusquina. 

La muerte se enamoró del joven necrófilo.    

El niño subió al desván para esconderse de sus papás, y se tapó con un fantasma. 

Era un cuerpo viviente al que se le había muerto el alma.

Eran unos esqueletos muy cotillas, y se contaban todos los secretos que se habían llevado a la tumba.  



7 de febrero de 2021 

"Greguecitas"

Tras las inundaciones, las ayudas prometidas quedaron en papel mojado. 

Quienes se dejan llevar por la corriente viven por debajo del nivel de flotación de su conciencia. 

El epitafio del poeta borracho: Confieso que he bebido. 

Cuando la mística no te ayude a abrir la mente, prueba a darte cabezazos contra la realidad. 

Dos cosas son infinitas -decía Einstein- la estupidez humana y el universo (aunque no estaba seguro de esto último).  El problema es que toda la materia y energía de la infinita estupidez humana están concentradas en un solo punto del universo. 

Escritor y lector son soberanos, el primero escribe como quiere, y el segundo lee como le da la gana.

El hábito hace al monje, si pasa el tiempo suficiente. 

El Poder impone su diccionario. 

Si te mantienes en tu sitio das un paso al frente.  Bien es verdad que puede que sea hacia el abismo. 

Si todo empezó con un Big Bang, mejor no pensar cómo acabará.

Vio aquel letrero de Para Llevar, y se pidió un Take Away. 

“Horror vacui” es el vértigo de la Naturaleza. 

En aquel Club de Misántropos las reuniones sociales se hacían con limitación de aforo a un socio.  Pero nunca iba nadie, porque no se aguantaban ni a sí mismos. 

La sinceridad bien entendida empieza por uno mismo.  

La gente superficial toma sus decisiones por una nimiedad. 

Ganaba todos los maratones internacionales porque tenía don de leguas. 

Las parejas interraciales demuestran que para maridajes se hicieron los colores. 

Aunque la vida le maltrate, el abstemio vive a palo seco. 

La educación está descatalogada.  


19 de enero de 2021

“Greguecitas”. 

Iba siempre a la moda porque no creía en el glamour eterno. 

Ligaba por internet, hasta que la vecina le mostró su producto de proximidad. 

Si ves que tu vida ha entrado en la monotonía y la rutina, en la repetición mecánica y sin sentido, si sientes que te estás convirtiendo en un autómata, cambia el chip. 

El fin justifica los miedos. 

Dios creó los universos paralelos por aburrimiento. 

Vive, no sobrevivas.  Te va a doler igual. 

Los seres humanos se clasifican en mejores, peores e iguales.  Estos últimos lo son cada uno a su manera.

El borracho pesimista siempre ve las dos botellas medio vacías. 

Ganó el concurso de abstemios y le dieron una copa. 

Nunca atrapaban a aquel ladrón porque siempre estaba despistado. 

Una media verdad es una mentira y media. 

Dime con quien andas y te diré dónde vas.

Los libros de autoayuda se ayudan a sí mismos. 

En una cita a ciegas hay que saber leer con las yemas de los dedos. 

La belleza deja k.o. al primer golpe de vista.

El amor eterno, a veces, se hace interminable.   

La carrera de la muerte es la única que, casi siempre, ganan los pobres. 

Yo soy yo y mis algoritmos. 

La memoria tiene los recuerdos llenos de buenas intenciones. 

Converso con el libro que siempre va conmigo. 

Las divagaciones del lector escriben un maravilloso libro en blanco. 

Los caminos del Arte, como los del Señor, son inescrutables.  Los del Arte Contemporáneo, son inextricables. 

La conciencia se justifica con la moneda falsa de las buenas intenciones. 

Cuando te sientas a ver pasar el tiempo luego tienes que correr detrás de él. 

Las prisas no son buenas, corre a anticiparte. 

Sintió que aquella nevada le inspiraba, pero cuando se puso a escribir se quedó en blanco. 

“Para lo que me queda en el convento, me cago dentro”, dijo Donald Trump. 

Cada vez hay más obras de mujeres artistas en los museos. Es porque ahora las mujeres pintan más. 

La felicidad es la salud de la buena conciencia. 

El pecado original de Dios es el dolor del hombre.

Rebañar y lamer los cubiertos no es mala educación, es prelavado de vajilla. 

Los amantes confinados practican el sexo vis a vis. 

La eñe es una ene sumergida.

Cambiar para mejor tiene efectos retroactivos. 

Lo malo de la Utopía es que no tiene arreglo. 

Conócete a ti mismo, y te harás misántropo.  



14 de diciembre de 2020".  

"Greguecitas".  

Aquella flecha de amor iba directo al corazón, pero se topó con la billetera. 

Se fueron a la cama para consumar su amor, y lo consumieron. 

La verdad y la duda tienen una relación incestuosa.

La duda es un salto al vacío, la verdad llega, a veces, de rebote.  

El carácter imprime destino. 

Todas las familias felices se parecen: tienen dinero. 

En aquella cueva paleolítica los viejos y enfermos se preguntaban: ¿qué pintamos aquí?

El siquiatra le dijo al suicida: mi tratamiento es infalible, pero me tiene que pagar por adelantado.

El olvido respira por la herida de la memoria. 

La belleza duele porque está prometida con la muerte.   

Siempre hay luz al principio del túnel. 

En el silencio las palabras sueñan con su poeta. 

En tiempos de crisis se agudiza el ingenuo.



29 de noviembre de 2020

"Maradona y los juguetes rotos."

"Y sí, sólo faltaba la muerte de Maradona, que yo personalmente he sentido muchísimo, porque llevo a Argentina en el corazón, porque Diego era Argentina."  Almudena Grandes.  

Ha muerto Maradona, y como es lógico, no se habla de otra cosa. 

Tengo curiosidad por comprobar cuánto tiempo seguiremos viendo en la prensa a este Maradona muerto, pero me da la impresión de que va a ganar también el campeonato de la posteridad. Vamos a tener Maradona para rato.  Y también va a competir, mediáticamente, de tú a tú, con la pandemia. 

Hace tres o cuatro semanas un fanático islamista asesinó brutalmente en Francia a un profesor que había defendido, en nombre de la libertad y de la República laica, las ya tristemente famosas viñetas de Mahoma. Unos días después hubo otro atentado con varios muertos en circunstancias parecidas. Aquí en España, el presidente del Málaga, Jeque Al Thani, dijo públicamente que las víctimas se lo habían merecido, y amenazó con el ángel de la muerte a los que se atrevieran a desafiar a su religión. 

El Presidente de Francia había hecho algunas declaraciones de firmeza contra el terrorismo yihadista, se tomaron algunas medidas, se convocó a imanes y dirigentes religiosos. . . y la noticia desapareció del primer plano en una semana o poco más.  Aquí en España no he oído a ningún político que criticara las declaraciones del Jeque islamista: “recomendaremos las acciones ofensivas del mensajero de Dios, así que (Macron) soporta las consecuencias”, no ha habido comunicado alguno, que yo sepa, del alcalde de la ciudad donde tiene la sede el citado Club de futbol, ningún juez o fiscal ha iniciado acciones penales contra ese directivo multimillonario que amenaza con la persecución y la muerte a los "infieles". 

Digo todo esto porque ese silencio, ese ponerse de perfil, se ha justificado en que la pandemia ocupaba todas las portadas, de modo que todo lo demás quedaba en segundo plano.  No hay otra noticia que la plaga, se afirmaba.  Mentira, la muerte de Maradona va a meterle goles a la pandemia. Negligencias médicas, patrimonios millonarios -o deudas, vete a saber-, herencias disputadas, hijos post-mortem, mitologías argentinas hasta el aburrimiento, etc, etc. 

Todo es excesivo -y paradójico- respecto a este personaje.  Fue Dios en la cancha, un futbolista extraordinario y universalmente conocido y reconocido, en fin, toda esa leyenda del ascenso al Olimpo durante sus años como deportista.  ¿Quién sobrevive a eso, una vez que te empiezas a convertir en juguete roto y comienzas a bajar a los infiernos? ¿Quién? Maradona.  En realidad, Maradona “subió” a los infiernos, se convirtió en un juguete roto con el que sus admiradores -multitudes en todo el mundo- querían seguir jugando, y seguir viéndole romper el juguete.  No debería habernos cogido por sorpresa, cuando una de sus más aplaudidas hazañas deportivas fue meter un gol con la mano, la famosa desde entonces “mano de Dios”.  En vez de sancionarle y anular el gol, o reconocer un error arbitral gravísimo, que podría haber cambiado el resultado del partido, aquello se convirtió en una especie de hito deportivo al alcance sólo de unos pocos “elegidos” de los Dioses.

De las drogas, para qué vamos a hablar, campeón también de todas las adicciones habidas y por haber, que nunca hicieron mella en su divinidad intocable.  ¿Machismo? ¿violencia doméstica, documentada en algún video que ha corrido por las redes sociales? Peccata minuta, otra mueca más entre sus divinas piernas, otro celestial gol con sus extremidades.  Lo que llama extraordinariamente la atención en nuestros días, ver para creer.  No extraña que ni siquiera cuando se puso a perseguir a tiros a unos periodistas nos lo tomáramos a mal, una gambeta más de nuestro héroe, los genios son así. Cuanto más bajo caía, más seguía subiendo hacia el olimpo, del deporte, de la fama, de la Argentinidad.  Eva Perón, Fangio, Gardel, El Che, Maradona. 

Maradona, Dios del cielo y del infierno.  Dios de la Argentina.  A ver si el juguete roto somos nosotros.  



23 de noviembre de 2020

“Alicia y la Reina de corazones”.

Escribe Silvia Ayuso en El País de este domingo un artículo titulado “¿Prohibido odiar a los hombres?”, en el que habla, entre otras cosas, del libro “Hombres, los odio”, escrito por la francesa Pauline Harmange, y publicado recientemente en ese país.

Por lo que se dice en el artículo ha habido un intento frustrado de censura hacia el libro, alegando que era una oda a la misandria y argumentando que “la provocación al odio por el sexo es un delito penal”.  Como se suele decir en estos casos, ha prevalecido la libertad de expresión, y el libro ya está a la venta con el aliciente de la publicidad gratuita, el morbo y la polémica. 

Asimismo, se nos informa de que su publicación ha coincidido con la de otro libro calificado también de misándrico, “Le genie lesbien” (El genio de las lesbianas), de la escritora y activista Alice Coffin, o, si traducimos el apellido del inglés, Alicia Ataúd.  Lo digo porque no creo que sea casualidad, y me pregunto qué quiere enterrar Alicia en su ataúd.  ¿Al Hombre? No sería descabellado interpretarlo así, al menos si entendemos, palabra por palabra, otra de sus frases sobre los varones.  “No basta con ayudarnos (entre nosotras), tenemos que eliminarlos”. 

Se habla también en el artículo, de Valerie Solanas, por lo visto “la gran excepción de las estadísticas de violencia de género”, que escribió “Scum Manifesto”, donde “defiende el exterminio de los hombres”. Tal cual.

El artículo de El País viene a decir -si lo he entendido bien, prefiero equivocarme- que el libro de Pauline Harmange, y en general toda esta polémica sobre la misandria, es exagerada, que no es para tanto, vamos, sobre todo si comparamos la misandria con la misoginia, ese atavismo del macho por el exterminio de las mujeres.  No es, ni mucho menos, tan terrible eso de odiar a los hombres, viene a decirnos Silvia Ayuso, que acaba su artículo citando a Houellebecq, y su “fenomenología de la felación”, que de momento -y afortunadamente, dice la periodista contemporizando- no ha sido censurado por ningún celoso funcionario. 

Al menos -esto lo digo yo- habría que haber obligado a Houellebecq a escribir una “fenomenología del cunnilingus”, y todos tan felices -e inclusivos- comiendo perdices. 

En otro artículo, estos días atrás, se anunciaba el estreno de una obra de un grupo de danza feminista, del cual es integrante la escritora Cristina Morales, autora, entre otros libros de la premiada “Lectura fácil”, y de “Los combatientes”. 

No tengo ahora a mano el documento, así que hablo un poco de memoria, de la sensación general que me dejó su lectura.  Que es una sensación, igual que con respecto al tema de la misandria, de una cierta perplejidad.  Me voy haciendo mayor, y será por eso que no entiendo muy bien este mundo poscontemporáneo (el palabro, con perdón, es mío). 

Las bailarinas feministas hablaban de piezas de baile -creadas en libertarios centros Okupas- en las que no había jerarquías de ningún tipo, ni imposición de valores, ni moral dominante, y todo se desarrollaba en un clima de anarquía e igualdad democrática.  Me llamó la atención que se contaba que, a veces, las artistas (o quizá no quieran que se las llamen así, yo las apoyaría) comienzan a pelear entre ellas, y se hacen daño realmente, sin trampa ni cartón, hasta el punto de que -por lo visto eso ocurría en la pieza que crearon a partir de “Los Combatientes”- podrían llegar a matarse (sic) en el caso de que el público no las obligara a parar. 

Entre otros temas menores, las bailarinas hablaban del virtuosismo en la danza, y venían a decir que no estaban totalmente en contra, pero que eso no era lo suyo, ellas se movían -nunca mejor dicho- con otros objetivos.  Había también, advertían, un exceso de autoridad en el virtuosismo: disciplina, rigidez, imposición; e incluso, creo recordar pero no quiero engañarme, dejaban caer alguna sospecha de malos tratos y hasta torturas.  Violencia contra la mujer, misoginia de la verdadera, porque, aunque el virtuosismo también se exige a los hombres, nunca llega en su caso a esos extremos de ensañamiento.  En esto parece que están de acuerdo con las opiniones que se expresaron anteriormente sobre la misandria: comparada con la misoginia es una canción de cuna, un canto de amor y concordia.

Escribo todo esto desde la perplejidad, salta, sin virtuosismo, a la vista.  Leo cosas en los últimos tiempos a las que me cuesta dar crédito, aunque las tenga delante de mis propios ojos.  Hace no mucho una escritora canadiense hablaba de su relación de pareja y explicaba que habían intercambiado los papeles, el marido -varón, hay que aclararlo todo- hacía de hembra, y viceversa. Y contaba cómo ella, a veces, tenía la necesidad o al menos la tentación de penetrar a sus hijos.  Prometo que decía algo así, guardé el artículo durante algún tiempo como testimonio de cargo. Pero vamos, si me dicen que no es cierto querré creer cualquier cosa antes que a mis propios ojos. 

Lo único que alcanzo a sospechar es que hay dinero de por medio, es la economía, estúpido.  Hay un mercado para esos libros que se titulan odio a los hombres, para esas ideas sororitarias de exterminar a los machos, para esas obras de arte en las cuales las intérpretes luchan entre ellas hasta la muerte, entera y verdadera, si el público no las detiene.  El consumismo ya nos ha convertido desde hace tiempo -repiten- en unos idiotas, ahora son todos los ismos -y las fobias- del mundo los que se conjuran para lobotomizarnos. 

Y si las mamás y los papás se llevan a sus hijas, a rastras, de ese espectáculo de danza castradora poscontemporánea, es que son unos fanáticos y unos bestias, y entonces son ellas, las bailarinas que se mueven en ese mercado del odio desde sus divinos centros okupas, las que se quedan perplejas y escandalizadas: ¿Pero esto puede ocurrir, impunemente, en el siglo XXI?

Como diría Alicia (Coffin): ¡Que les corten la cabeza!




22 de noviembre de 2020.

“Dos barrios salmantinos”.

Plaza del Barrio del Oeste.  Ahora que los bares están cerrados, y las terrazas recogidas, se puede pasear a su alrededor sin que te moleste nadie ni tropezar con ningún obstáculo; mirar es un privilegio que debemos apreciar en estas ocasiones.  El coronavirus, hay que reconocerlo, ha ahuyentado otra plaga, la de las terrazas y aceras llenas de mesas y sillas, clientes y camareros, niños y demás animales de compañía. 

Lo malo de mirar, a veces, es que ves.  La fuente central de la plaza es un reposo para los sentidos que no impide, ay, fijar la mirada en un edificio de varias alturas con una fachada en cuadrículas de colores chillones, en la que se hace difícil descubrir los huecos de las ventanas, que, para más inri, suelen tener las persianas bajadas.  No será para protegerse de la curiosidad ajena, porque después de ver el exterior no dan ganas de mirar hacia dentro.  El edificio, sin duda, “dialoga” con el arte callejero que caracteriza al barrio.  Le falta -a mi gusto- una cosa para mimetizarse con el entorno: que los grafiteros le den unas cuantas manitas. 

En frente de estas geometrías sicodélicas está la fachada del Bar La Salchichería, con algunos ejemplos de los mejores grafitis del barrio.  En la fachada, y en las trapas metálicas bajadas, se puede ver a un señor mayor, vestido con un mono azul y llevando un bolso de cuero en bandolera; y a una especie de animal mitológico, cabeza de burra y cuerpo desnudo de mujer, de cuya enorme cornamenta se desprenden ojos que se convierten en un manto de hojas al llegar al suelo.  Los ojos muertos se recogen a paladas, diríamos, con permiso de Jacques Prevert. 




El Barrio del Oeste es feo, para qué nos vamos a engañar.  Calles estrechas inundadas de coches, edificios sin orden ni concierto, cada cual de su madre y de su padre, con diferentes alturas que no solemos ver porque no merece la pena mirar hacia arriba, sin esperanzas de descubrir un cielo que a duras penas se puede imaginar. 

Coches y cocheras, donde, en estas últimas, los artistas callejeros han plantado sus reales, no siempre para bien.  Mejorar la puerta de una cochera no parece tan difícil, pero a estas alturas ya sabemos que a menudo, menos es más. Lo mismo se diría de algunos árboles, a los que artistas de la aguja se empecinan en vestir con retales de ganchillo.  Es más bonito ver, y tocar, la piel del árbol. 

Continuamos hacia el Barrio Vidal, y caminamos bajo el paso elevado de la avenida de Portugal.  Entramos en la plaza, y, en cierto modo, es como si se hiciera la luz.  Ancha, abierta, acogedora, verde.  Cedros monumentales, castaños nobles y generosos, magnolios, laureles, plátanos de jardín, olmos, pinos.  Ahora sí, entre las copas de los árboles, se quiere dejar ver el sol.  La arquitectura del barrio es modesta, económica, popular, coherente.  Y forma un conjunto urbano y homogéneo, sencillo y coqueto, que se deja leer.  Fachadas lisas y geométricas, tres alturas, soportales, calzadas más amplias, con aceras en las que casi siempre hay una hilera de árboles, cocheras más escasas y mejor disimuladas, espacios que se abren a modo de pequeñas plazas, con artilugios para hacer ejercicio donde algún viejo obstinado se esfuerza en luchar contra el tiempo.  Un colegio, una biblioteca, calles con nombres de diferentes oficios, Carpinteros, Cuchilleros, Pintores, Vidrieros, Pescadores, Plateros, Curtidores, Joyeros, Ganaderos. . . incluso una calle con el evocador nombre de Regato del Anís. 

Subiendo por Egmidio de la Riva empiezan a aparecer edificios de cuatro alturas y ladrillo vista, pero todo sigue conservando un aire de familia, de barrio popular, modesto y acicalado.  Algún que otro pequeño jardín, aquí y allá, creciendo un poco a la buena de Dios.

Arriba, la rotonda de Gran Capitán, un gran espacio abierto, sobre todo, y por desgracia para el paseante, al tráfico.  Dan ganas de seguir andando, y dejar atrás la ciudad contaminada.  



15 de noviembre de 2020.

“Escritura limitada”.

A veces pienso en escribir algo a la manera, por ejemplo, de mi admirado Vila-Matas.  Uno de esos artículos -o un libro, ¿por qué no?- en los que empieza hablando de Raymond Queneau o de Georges Perec, y termina volviendo a ellos después de una serie de meandros y digresiones pasando siempre por los cerros de Úbeda. 

Que me gusta Vila-Matas está fuera de toda duda razonable.  Sus libros, sus artículos, su manera de escribir en general.  “El mal de Montano”, “Bartleby y compañía”, “París no se acaba nunca”, “Dublinesca”, etc. me parecen unas novelas extraordinarias e hipnóticas.  De sus artículos de prensa puedo decir que los leo siempre con gran interés y disfrute, a la espera de la siguiente entrega.  

Quizá me he perdido un poco con “Kassel no invita a la lógica”, o “Marienbad eléctrico”, relato, este último, de sus reuniones y charlas con la artista conceptual Dominique González-Foerster.  Y eso que soy un gran aficionado al arte contemporáneo.  Pero diletante, autodidacta, dominguero, nadie es perfecto. 

Hablando de arte contemporáneo, en la línea conceptual y performativa, caigo en que hace una o dos semanas fui a ver una conferencia-performance de “Los Torreznos”, en la Biblioteca de la Casa de las Conchas.  Su título era “La Cultura”, así cualquiera.  Tenía tres partes, y luego un epílogo, que eran los aplausos.  Estos no se acababan nunca, como París, porque los artistas aplaudían también al auditorio, lo que éste agradecía aplaudiendo a su vez -a muchos les habría gustado la actuación, seguro que sí, hubo gente que celebraba entender las gracias de los performadores- y aquello era un bucle de aplausos que no parecía tener fin.  Cuando vi que se iba una señora que estaba cerca de la puerta pensé que la ocasión la pintaban calva -la señora no, que tenía todo su pelo, a primera vista-, y yo también me levanté de la silla y me dirigí a la salida.  Vi que Los Torreznos aplaudían a la señora (y me pareció que también a mí, vanitas vanitatis), con lo que deduje que estaban dando por terminada su performance, digamos que haciendo un guiño al público, una especie de indirecta, algo así como:  no vamos a pasarnos la noche aplaudiéndonos, a ver si lo pilláis. Lo que ya tengo comprobado como una característica -la que más se repite, lo que en este caso es mucho decir- del arte performativo: los artistas siempre parecen más inteligentes que su público.  

Una vez que salimos los primeros aquello quedó visto para sentencia, y la gente se levantó y fue evacuando “como un solo hombre” (con perdón de la expresión; y me refiero al sesgo de género, no a evacuar). Juntos, pero no revueltos, que aquella comunión del espíritu no podía traspasar, en estos tiempos aciagos, la preventiva distancia de seguridad.  Distancia social, dos metros aproximadamente, que a mí ya me parecía poco antes de la pandemia; ahora, ni les cuento, pero no nos perdamos en misantropías. 

Hasta este clímax final, los actores habían desarrollado su trabajo -valga la expresión- en tres partes.  En la primera repetían la palabra cultura, con su artículo -laculturalaculturalaculturala-una y mil veces, los dos artistas, sincronizados o no según las exigencias del guion.  En la segunda y la tercera parte siguieron divagando sobre el tema -EL TEMA-, y repitiendo machaconamente palabras, frases, mantras o tantras, tantras otras cosas, como suele ser habitual en este tipo de espectáculos.  Reconozco que hago un resumen muy superficial e incompleto del acto; y eso que, como me suele pasar en estas ocasiones -catárticas- salí bastante impresionado.

Pero volvamos a Vila-Matas y OuLiPo, (Perec, Queneau, otros a buscar en Google). Según la Wikipedia “es un grupo de experimentación literaria creado en 1960 y formado principalmente por escritores y matemáticos de habla francesa, que buscan crear obras utilizando técnicas de escritura limitada”.  Definición que me hace identificarme, inmediatamente, con ellos: para escritura limitada, la mía, qué les voy a contar, (y no me refiero a mis sonetos tautogramas “Alarma al arma” y “Telebasura”, escritos utilizando únicamente palabras que comienzan por la letra a, el primero, o la t, el segundo, que tampoco soy manco).

Claro que por ahí nos perdemos de nuevo.  ¿Qué cuenta OuLiPo? En realidad, ¿cuenta lo que cuenta? No es esa la pregunta, lo que cuenta son las limitaciones, las constricciones.  Por ejemplo, reescribir “Hamlet” en portugués -Luis Leal Miranda, magnífico escritor de nuestro país hermano está en ello- sin utilizar en ningún momento la letra o.  ¡Oh!

Y vamos acabando, porque si no, corremos el peligro de escribir un libro entero imitando a Vila-Matas, OuLiPo, o Georges Perec, "me acuerdo" de que ese era el tema.  Lo que estaría fatal, porque como decía Picasso, el artista no copia, roba. ¿O no fue Picasso, y le robó la cita a alguien? El apropiacionismo, por favor, otro invento del genio (¿Pierre Menard?), que no todo va a ser Duchamp en esta vida artística poscontemporánea, donde lo importante es el concepto, (o el concéto, “Airbag”). 

Quería escribir algo copiando, robando, o fusilando -con perdón- a mi admirado Vila-Matas.  Me he limitado a eso.  



12 de noviembre de 2020

“Patagonia”.

Querido Ignacio:

Te recuerdo como eras hace cuarenta años.  Tu hermano Rafael, el mayor, tuvo su primer brote sicótico.  Aquella mañana había sentido la llamada de Dios, y el encargo de que se pusiera en marcha en misión contra el Maligno.  Algo así, ¿no?, mi memoria, benévola, acude en mi auxilio a través del olvido.  Un familiar te avisó, y te acompañó al encuentro con tu hermano, que estaba retenido por alguien -unos vecinos, un policía, no sé- en un pueblo cercano hasta donde había llegado caminando, apoyado en una especie de cayada que había encontrado por el camino, y con algo en la mano -una pequeña piedra, quizá- a modo de talismán.  

Tú tenías veinte años, más o menos, y -no lo supiste aún- ese fue el primer día del resto de tu vida. 

No mucho tiempo después tu hermano menor fue diagnosticado de hebefrenia, una especie de esquizofrenia juvenil, que en los años siguientes se fue confirmando como diagnóstico definitivo.  

"Dios ha muerto, Marx ha muerto, y yo mismo no me siento nada bien".  Algo así fue lo que debiste pensar.  Si hubieras podido pensar. 

Todavía era el tiempo de las pandillas, entre la adolescencia y la madurez.  Tus amigos hacían planes de futuro. Como tantos jóvenes, querían cambiar el mundo.  Manolo - ¿recuerdas? - se iría a vivir a la Patagonia, para escolarizar a los nativos y ayudarles en lo que hiciera falta.  Para vivir una vida auténtica, lejos de la civilización. Loable propósito. Casi todos querían hacer un largo viaje, a las antípodas, o incluso más allá.  Pero ir más allá de las antípodas es volver al mismo sitio, ¿no?, al menos si andas lo suficiente, y no te pierdes.   

Pero tú ya estabas en la Patagonia, no hacía falta que fueras a ningún lado.  Tu viaje más largo -lo supiste desde el primer momento- empezaba y terminaba en el mismo lugar. 

En el curso de la vida -lo sabemos ahora tú y yo- todo es ir dando tumbos.  La cuestión es no apartarse del camino, no quedarse junto al camino.  En tu caso, seguir en tu sitio, como aquel monje de Camus en “La Peste”, nuestro libro de cabecera. En realidad, no hay que moverse para hacer el viaje más largo, ¿para qué, si ya se mueve todo lo demás? Dar la vuelta al mundo, a veces, no es más que perder el tiempo dando un rodeo para ir a cualquier parte, con tal de no llegar a tu destino. 

Y el destino, en ocasiones, es como un muro infranqueable.  Que no se puede derribar a cabezazos, pero esa es una lección que lleva tiempo aprender.  Cuando lo consigues -a medias, o ni eso- ya no importan los golpes.  Mentira, pasan los años, se supone que deberías entender, aceptar, acostumbrarte.  Qué va.   

Con todo, hasta aquí hemos llegado.  Y el viaje sigue, que cuarenta años no es nada.  No sabemos qué nos traerá el futuro -la vida y la muerte, como a todo el mundo-, pero sabemos, tú y yo, definitivamente, que no vamos a abandonar nunca nuestra Patagonia. 






9 de noviembre de 2020

“De Senectute” 

(Greguecitas).


La muerte es eso que pasa mientras estamos distraídos viviendo. 

Cuando despertó, la muerte todavía estaba allí. 

Dormir, soñar, tal vez vivir. 

Que la tierra te sea leve mientras vivas. 

No es Covid para viejos. 

La muerte es una sombra que nos acompaña en todas las edades. En la vejez se van cambiando los papeles. 

No hay que morir de viejos, hay que morir de vida. 

Morimos más deprisa cuanto más miedo tenemos a vivir. 

La vida y la muerte son dos caras -superpuestas- de la misma moneda.  

Vive como te gustaría morir.  






22 de octubre de 2020

“El vilus chino”. 

La verdad es que no sé la razón por la cual llamar virus chino al virus chino provoca tanto rechazo y descrédito.  Automáticamente, eres de Vox, partidario de Trump, conspiranoico, negacionista, terraplanista, antivacunas, o no sé cuántas cosas más.  Y no lo entiendo, ¿el virus chino no viene de Wuhan, de los grandes mercados de animales vivos, del pangolín o los murciélagos que empezaron a transmitir ese virus a los humanos que pasaban por allí, en su mayoría chinos?

Esos mismos que desprecian esta expresión, probablemente, cuando hablan de anteriores pandemias, no dudan en llamar “gripe española” a la epidemia de gripe de 1918, que tuvo su origen y desarrollo en otros lugares del mundo antes de llegar a España. Los que llamarán -eso sí, hay que ser tontos- mutación española a aquella que sea más letal. O los que dicen que el origen del coronavirus está en laboratorios de la CIA, y su contagio, provocado por la Agencia -bajo órdenes de Trump, se supone- como arma de guerra contra China. 

Si la mayoría de los científicos cree que el virus se ha originado en una mutación que saltó a los hombres, a partir, probablemente, del pangolín o los murciélagos en los mercados de animales de Wuhan, ¿por qué no llamarlo virus chino? 

A mí me parece que identificar el origen y las causas en el primer minuto de la epidemia será importantísimo para evitar, en lo posible, que se repita algo parecido, o al menos, para que, cuando ocurra, no nos coja totalmente desprevenidos. 

Sin embargo, es habitual dar por sentado -en contra igualmente de la opinión científica mayoritaria- que la causa de la pandemia está en el cambio climático, o en el capitalismo global, o en el maltrato de la naturaleza por el hombre.  “La naturaleza nos devuelve el golpe”, suele afirmarse como un hecho incontestable.  Entonces, ¿las plagas medievales, anteriores no ya al capitalismo sino a ningún amago de industrialización? ¿y cualquier otra de las pestes que han asolado a la humanidad desde que el mundo es mundo?

Este “castigo de la naturaleza” por la actuación depredadora y destructiva de la especie humana, ¿no suena al fanatismo, interesado, del “castigo de Dios por nuestros pecados”?

Por mi parte, creo que hay que llamar al pan, pan, y a este virus, “chino” (sin ánimo de ofender), y pedir que la OMS y otras instituciones internacionales competentes, regulen y controlen los grandes mercados de animales, en todo el mundo, pero empezando por China, e implementen medidas higiénicas y sanitarias seguras, con las sanciones correspondientes -y adecuadas a la gravedad de los hechos- en caso de incumplimiento. 

Todo lo anterior, por supuesto, "si soblevivimos al vilus chino". 



“Peste de diario”.

19 de octubre de 2020

Mientras daba el paseo con mis perros esta mañana he pasado junto a la puerta de una sucursal bancaria, ante la cual estaban esperando varios clientes guardando las oportunas distancias.  Ha salido de la oficina una empleada, y, sin un buenos días ni cosa parecida les ha preguntado, poniendo los brazos en jarras: ¿Qué quieren ustedes? 

Dejé atrás la escena, pero me llamó la atención -aunque no me sorprendió- la falta evidente de educación y respeto, con unos clientes que estaban esperando pacientemente -a la fuerza ahorcan- en la calle. 

Hace un par de días me ocurrió algo del estilo cuando estaba tomando un vino, y viendo un partido de futbol, en la mesa de un bar.  Estábamos unas ocho o diez personas, haciendo nuestras consumiciones, y vino una empleada, se puso junto a la televisión frente a nosotros, y empezó a hablar a gritos, gesticulando mucho, diciéndonos no sé qué -no se la entendía bien con la mascarilla- de que tenía que limpiar antes de una hora determinada, y que teníamos que salir de aquella sala.  Podíamos ir, por lo visto, a otra zona del bar (aunque esto no lo entendí bien) para seguir viendo el partido. 

Cinco minutos antes yo me había acercado a la barra para pedir una segunda consumición, pero me dijo la camarera -distinta a la de las voces- que ya no me podían servir más.  Eran las nueve y media de la tarde, más o menos, y yo ya llevaba un buen rato en la cafetería. Prometo que, en contra de mi costumbre, no estaba borracho perdido. 

Nuevos hábitos del coronavirus, supongo, muchos bares están bajo mínimos de personal -los que no han cerrado- y parece que van anticipando el toque de queda que se avecina. 

Rafa y Jesús, dos de mis hermanos, enfermos mentales, volvieron ayer a la hora de la cena de su paseo, y me comentaron que “los habían levantado de la mesa, porque había gente esperando”.  Era en la terraza del Bar El Provenzal, de donde son clientes habituales, que tiene unos precios baratísimos, y supongo que esa es la razón por la que, de momento, no están sintiendo la crisis como otros bares.  Por supuesto, les he pedido que no vuelvan. 

Hoy mismo han venido a arreglarme el termo. El jefe, y un operario joven, de veintipocos años, que me habla de tú, y me dice de vez en cuando "macho, es que esto . . .tal o cual".  Sí, macho.  

Estoy hablando de mala educación, claro.  “Intratable pueblo de cabreros”, que decía Gil de Biedma.  También “pueblo de labriegos”, según frase de Ortega que menciona María Elvira Roca Barea, en su libro “Fracasología”.  Sé que caigo en ese grave defecto de muchos españoles, que denigran a su propio país trasladándole la responsabilidad de su mediocridad y sus fracasos, como denuncia Roca Barea en su libro.  Dice Larra, citado en “Fracasologia”: “Borremos pues, de nuestro lenguaje la humillante expresión que no nombra a este país sino para denigrarle”. 

“Mea culpa” en este tema de las malas maneras de mis compatriotas, que percibo a menudo como una característica de nuestro modo de ser: brusco, áspero, malencarado, despreciativo, que me hace pensar, más veces de las que yo quisiera, en la terrible frase de Gil de Biedma, que suena como una maldición.

Lo cierto es que me parece que no tenemos remedio, porque las buenas maneras están, de alguna forma, desacreditadas entre nosotros, como si se tratara de amaneramientos propios de cortesanos y privilegiados -de señoritos que no tienen otra cosa que hacer- pero fuera de lugar entre la gente común.  Eso de dar las gracias continuamente, aborrece, y saludar, desear buenos días, despedirse, y tantas cosas de este tipo, están de sobra para mucha gente.  “Cumplidos entre soldados, son excusados”, he oído en alguna ocasión.  Otra manifestación, creo, de la España que “desprecia cuanto ignora”, del menosprecio a la cultura, en general, sobre todo si no sirve para producir un rendimiento económico inmediato.  El precio, como único valor. Por esa razón tantos jóvenes dejaron de estudiar durante los años del Boom del ladrillo.  ¿Para qué, si como albañiles ganaban más que un médico?

No sé qué podemos hacer cada uno de nosotros para que cambie este vicio que nos afea tanto.  Aparte de seguir diciendo buenos días, y dar las gracias a menudo, aunque no nos contesten, y aburramos al personal.  Eso sí, yo ya he dejado de sonreír, porque, directamente, te toman por gilipollas.





13 de octubre de 2020

“Cultura para despreciar la cultura”. 

Leo un recorte de prensa de El País, 24 de septiembre, titulado “Getafe colorea la última obra de Fisac para embellecerla”, firmado por Peio H. Riaño.  Habla de una intervención hecha por un colectivo de artistas callejeros en un pabellón deportivo obra del arquitecto Miguel Fisac.

El Presidente de la Fundación Fisac, Diego Peris, afirma en el artículo: “Es una alteración total de la obra.  Es una barbaridad. El hormigón, su textura, su color y su brillo, son fundamentales para entender este edificio.” Esta afectación del edificio de Fisac le recuerda -y a mí, que ya escribí algo en esta Miscelánea- al faro de Ajo, que el Presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, encargó al artista Okuda.  Se queja de que las Administraciones no respetan el patrimonio arquitectónico contemporáneo, lo que en el caso de Fisac tiene otros lamentables antecedentes -su edificio La Pagoda fue derruido en 1999-, hasta el punto de que, ahora en palabras del arquitecto Ekaín Jiménez: “el daño a la arquitectura es cada vez más recurrente”. . . “y gravísimo porque es una vandalización ordenada por los concejales de turno”.  La pintura es obra del colectivo “Boamistura”, y entre sus artistas está un arquitecto, Javier Serrano, que, según parece, se ha disculpado diciendo “que se han arrepentido, y que no habían investigado el edificio antes de actuar sobre él.”

Algo es algo, aunque el “atontao” del concejal de turno (Cultura y Juventud, casi un oxímoron en estos tiempos) sigue en sus trece, y afirma que el edificio no es una construcción histórica, ya que es de 2004. . .y se queda tan pancho, porque – insiste, el tío-: “hemos puesto en valor el edificio con la nueva pintura”. 

Por este camino cualquier día pintarrajean “Las Meninas”, para ponerlas en valor. 

*Todos los entrecomillados son del artículo de Peio H. Riaño, menos el título, y el calificativo de “atontao”.  




6 de septiembre de 2020.

“Meterse en todos los charcos”. 

 

Hoy sábado viene, con El País, la revista Icon.  Una revista para hombres aficionados a la moda varonil.  Contra lo que no tengo nada, tiene que haber publicaciones para todos los gustos y colores, pero ante la moda, en general -y hasta hace poco la moda era abrumadoramente tema de mujeres- me siento extraño, ajeno, incapaz de entender nada.  En serio, ¿quién se pone esas cosas?

Pero la moda ha entrado en los Museos desde hace algún tiempo, en las Bienales, en el mundo del Arte, lo que me desconcierta incluso más que otro fenómeno artístico posmoderno, las Performances, aunque, bien mirado, las dos cosas -los dos conceptos, si se prefiere- puede que tengan mucho que ver. Me corrijo, yo creo que tienen poco que ver.     

No sé si Balenciaga, Cocó Chanel, o Yves Saint Laurent, fueron unos artistas, me siento totalmente incapaz para juzgarlo.  Y no ser capaz de tener un criterio respecto a lo que llaman Arte es una carencia que me irrita, me cabrea conmigo mismo y con quienes la provocan.  Y provocadores se llaman ellos mismos -seguramente más en el mundo de las performances- muy a menudo “pro domo sua”, ya que en la provocación se sienten legitimados y cargados de razón.  Ladran, luego cabalgamos. 

Por eso yo no ladro, simplemente reconozco mi perplejidad, lo que tampoco tiene nada de particular porque me ocurre con muchas cosas en la vida.  “Estoy pasmao”, como dijo Alfonso Guerra. 

Ya se sabe cuál es la diferencia entre el erudito y el especialista. El primero sabe algo de todo, el segundo, todo de nada.  Quedamos fuera la tropa, que muchas veces no sabemos nada de nada. 

Sin embargo, volviendo a Icon, siempre espero el nuevo ejemplar con interés.  Leo todo lo que puedo de Jacinto Antón, Xavi Sancho, Frederic Beigbeder, entre otros, incluso si hablan de moda.  Lo que prueba que me quedo más en la forma, lo exterior, la apariencia, el estilo, que en el fondo.  La forma, lo exterior, la apariencia, el estilo, ¿no es eso la moda? Me contradigo, sí. 

Así que hablamos de moda y queremos decir arte. 

La Ribot, artista performativa, premio León de Oro de la Bienal de danza de Venecia, en este mismo número de Icon, afirma: “Llevo toda la vida oyendo que lo que yo hago no es danza. Sigo sin entender que alguien sea capaz de decirle a otro lo que no es”.  Pero ella sí puede decir que lo que hace es danza, faltaba más. Ya sabemos, Arte es aquello que los artistas dicen que es Arte.  Y punto.   

En la portada de la revista viene una foto de Norman Foster, extraordinario arquitecto, vestido para la ocasión de punta en blanco.  Como si fuera el pope de la secta de los Albinenses, diría yo.  Para mi gusto, le falta un detalle.  Una cadena de oro, de la que cuelgue un medallón con el emblema del Tercer Ojo.




Como escribió alguien hace tiempo, refiriéndose a la vestimenta de Karl Lagerfeld, qué ganas dan de tirarle a un charco. 

 




2 de agosto de 2020

“Cuándo dejé de ver la tele”

Las personas que no vemos la tele tenemos mala fama.  En primer lugar, quedamos por mentirosos. En las conversaciones sobre el tema queda claro que sabemos lo que son los realities calentorros, los concursos de todo por la pasta, los debates a megáfono sacado, en fin, quizá hasta conocemos los nombres de Belén Esteban o Kiko Matamoros.  Putos mentirosos, eso es lo que somos.  Y de la peor especie, de aquellos que se avergüenzan de lo que hacen, y disimularían como bellacos en el potro de cualquier polígrafo -televisivo- negando la evidencia. 

¿Y todo esto, por qué?  Pues peor me lo pones: para darnos de listillos, de intelectuales, para hacernos los interesantes, para proclamarnos diferentes, para sentirnos la creme de la creme, en lo más alto del candelabro.  Esa chusma que ve la tele, nos decimos torciendo el gesto. 

Pues yo lo confieso de una vez por todas: No veo la tele, mejor dicho, no recuerdo el momento en que dejé de ver la tele, hace ya mucho tiempo, pero de todo hace ya mucho tiempo.

Y, por supuesto, miento.  Por la noche, cuando estoy cansado y sentado en mi sillón enfrente del televisor siento la tentación -y caigo en ella a veces- de encenderlo y zapear un poco, a ver qué ponen.  Generalmente busco una película interesante para ver en versión original, y así practicar alguno de los idiomas que hablo -el español-, o chapurreo -el portunhol, I don´t remember, Je ne sais pas-.  Y de vez en cuando encuentro alguna buena peli, y me pongo a verla, por lo menos hasta la segunda o tercera tanda de anuncios, que consiguen atraer tanto mi atención que me olvido de lo que estaba viendo.  Después de ese menú publicitario, que es un poco como los del Bulli -exquisito y de treinta o cuarenta platos por tanda-, generalmente, desconecto. 

Pero es verdad que he zapeado -picoteado- entre unas cosas y otras.  Y he visto la tele, aunque luego lo niegue vergonzantemente en una charla familiar o entre amigos -son escenas excluyentes, siempre que en la primera estemos los cuñados-, o para hacerme el interesante en una primera cita, que por otra parte tampoco recuerdo cuándo fue la última vez.

Y en esos momentos en que meto el dedo en la tarta televisiva casi siempre tengo una epifanía recurrente y esclarecedora, se desvela el misterio y aparece la verdad a golpe de mando a distancia: No veo la tele por los realities, por los concursos, por algunos debates, por toda esa papilla intragable, por Sálvame, Jorge Javier Vázquez.  Aunque sigo sin recordar cuándo dejé de ver la tele, y eso que fue hace cinco minutos.  Estaba apagada. 






17 de junio de 2020.

“El faro de Ajo (y agua)”.

Fotos.  Ésta que reproduzco tomada del periódico es del fotógrafo Raúl Lucio, e ilustra un artículo titulado “Una intervención del artista Okuda San Miguel en el faro de Ajo genera polémica”, firmado por Esther Sánchez, y publicado en El País el pasado 13 de junio.
Me dan donde me duele, porque los faros son siempre uno de los objetivos de mis viajes por la costa (y desde hace tiempo no hago otros).  Me alucinan los faros, y los espacios donde están situados, llenos de encanto y misterio, entornos un poco mágicos.  Pasear junto a un faro, por los acantilados que muchas veces los rodean, con el mar en el horizonte y el cielo como si estuviera al alcance de la mano, es una experiencia memorable.  Da la sensación, en esa encrucijada, de que el tiempo se ralentiza, como si tampoco supiera muy bien qué camino tomar.



Pues bien, en la foto se ve a Miguel Ángel Revilla, al propio Okuda y a otros cuatro personajes, en la presentación del proyecto artístico sobre el Faro de Ajo. 
Me gusta la foto, con los protagonistas rodeando o señalando el edificio -ya repintado- provistos de mascarillas coloreadas probablemente por el artista, que a su vez está vestido haciendo publicidad de su marca.  No se les ve la cara, a cuenta de las mascarillas de merchandising, pero da la impresión de que se están riendo.  No hay que tomárselo a mal, los políticos se protegen con su máscara, y ahora es lo preceptivo, pero todo el cuadro resulta de alguna forma, inquietante. ¿Qué otros "proyectos" tienen estos embozados?
Cuando vi la foto del faro de colorines, en su ubicación, con el mar al fondo, me vino a la cabeza la caprichosa idea de que lo que pretende el creador es ponerle tatuajes al faro de Ajo.  Ojo, que no estoy criticando la obra de arte, porque en la foto no se pueden apreciar detalles, así que no la puedo juzgar.  Digo que lo primero que pensé fue en eso, y divagando se me fue la especie al David de Miguel Ángel, cubierto de tatuajes según el proyecto de alguno de estos artistas del grafitti, el propio Okuda, o, ¿por qué no?, el artista desconocido también llamado Banksy.  Les regalo la idea. 
La “intervención”-según el artículo- ha levantado una oleada de críticas, “no por la valía del artista sino por el inmueble escogido”.  Y cito, seguidamente, algunas frases del escrito sobre este proyecto que se ejecutará en el mes de agosto, si alguno de los intervinientes en la foto no interviene para impedir la intervención.
“De la Hoz, del Partido Regionalista de Cantabria cree que pintar el faro no significa una intervención -¡!- en la fachada, por lo que se puede hacer.”
La Plataforma en Defensa de la Bahía critica “en un comunicado, a los políticos que confunden cultura con espectáculo”. Y, para finalizar, Miriam García, arquitecta y exdirectora de Urbanismo del Gobierno de Cantabria, incide en el valor del patrimonio, y afirma que “aunque sea humilde, es valor cultural, ha escrito el territorio y nos ayuda a entenderlo. No se ha tenido en cuenta la relación entre la costa, las poblaciones marineras y el faro como parte del sistema” 
Ver fotos del faro actual, antes de la operación, con su color blanco grisáceo -que evoca un estilo arquitectónico funcional y brutalista- me invita a imaginarlo como si estuviera desnudo.  Ahora lo van a colorear, como se hizo un tiempo con algunas películas clásicas en blanco y negro, lo van a vestir de carnaval, lo van a disfrazar de arlequín.
Que la intervención sea respetuosa con el carácter funcional del edificio tampoco lo pongo en cuestión: de hecho, tiene toda la pinta de que el faro va a seguir cumpliendo su función con energías renovadas.  Va a ser fácil de ver, de día o de noche, incluso apagado.  Hasta el infinito, y más allá. 
Sugerencia, a modo de epílogo. 
La foto de los políticos enmascarados, del autor “in itinere”, del faro pintado (“pero sin intervenir en la fachada”), y toda la parafernalia, me ha evocado la realización de una “performance”. 
¿Y por qué no llevar a cabo exactamente una performance? Mi sugerencia sería que el artista pintara el faro según el diseño previsto, pero con tinta simpática, quiero decir, que se pueda borrar.  Se trataría de una intervención temporal -como, por ejemplo, las obras de Christo, otras creaciones de Land Art, etcétera-, podría ser grabada en vídeo para su posterior comercialización en los Centros de Turismo locales, y de ese modo preservaríamos un edificio icónico, pero sin dejar de cumplir con el objetivo cultural y comercial de atraer viajeros -sicodélicos- a la zona.  Incluso se me ocurre sobre la marcha que el Ayuntamiento o la Institución de turno podrían invitar a un artista diferente cada año, para inaugurar la temporada turística y cultural.  Eso sí, al final del verano la banda de iconoclastas tendría que llevar a cabo las tareas de limpieza, vestidos con trajes regionales.  ¡Menuda performance!. 









25 de mayo de 2020.

“La luz en la ciudad fantasma”.

En una entrevista reciente, Antonio López comentaba que no había pintado ninguna figura, en su cuadro más famoso de la Gran Vía, por una razón muy sencilla: porque los que pasaban por allí, se movían.
Y el cuadro queda tan hermoso, así, desierto, con una luz quieta que anima la pintura toda como si fuera un fantasma: está ahí, y lo sientes, pero no puedes verlo.  Es el silencio en la música.
Así han sido nuestras ciudades en los días más duros del confinamiento.  Raramente pasaba algún coche, de vez en cuando cruzaba la sombra de un vecino, que, a modo de espejo parecía evitarte, dando un rodeo en el que te veías como huyendo de ti mismo.  Algunos perros, que apenas ladraban acallados por sus dueños.  El silencio, sobre el cual vuela la imaginación hasta el punto de inventarnos una naturaleza viva y ruidosa, ocupando, de un día para otro, el espacio que los humanos habíamos abandonado.   Visiones, efecto quizá del síndrome de abstinencia de los habituados a la contaminación del aire, que al limpiarse y volverse algo más puro puede producir todo tipo de alucinaciones en los urbanitas más adictos.  A los poetas les basta -y a veces les sobra- el piar de unos gorriones en la ciudad vacía. 
La ciudad fantasma.  Encerrada tras los visillos, a veces vigilante, amenazadora, cómplice, súbdita.  Nada como el miedo para someternos.  Cualquiera que pasara frente a las ventanas podía, eventualmente, ser sospechoso de algo.  Un infractor, una amenaza, un criminal. 
Un sin hogar, un paria. Sólo que los parias, en días como esos, se habían ocultado.  En otros tiempos pasábamos a su lado sin reparar en ellos, pero cuando desaparecieron de las esquinas hicieron visible su ausencia, como sombras de fantasmas.  Lo que no veíamos en la realidad, se presentaba en forma de espejismo, ahora que no mirábamos para otro lado. 

La ciudad desierta era hermosa, como en el cuadro de Antonio López, en el que la luz quieta hace que se mueva todo lo que no se ve.  Esa luz que podíamos percibir cuando nos desplazábamos por nuestra ciudad, escondiéndonos unos de otros, quizá, simplemente, porque no queríamos romper el hechizo al movernos.  






13-05-2020.

"Confinamiento” (Variaciones). 

Confina miento: Los dueños de mascotas, que hemos tenido desde el principio una encerrona mucho más relajada, aparte de algún pequeño susto con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. 

Desconfinadamente: Aquellos afortunados que han sabido librarse del confinamiento por medio de su control mental y su talento para superar las dificultades.  Entre ellos ha habido muchos lectores, y escritores en cierres, digo en ciernes. 

Confinavariento: Aquellos infortunados -a pesar de toda su fortuna- que han hecho negocio explotando, sin ningún tipo de escrúpulos, la desgracia de los demás. 

Confinhambriento: Los que para soportar la encerrona han sentido la compulsión insuperable de asaltar la nevera cada dos por tres. 

Confinebriento: Estos -todavía peor- que han tenido que superar el trance a base de lingotazos.  Yo estoy así, así, y lo malo es que no se puede salir de casa para acudir a Alcohólicos Anónimos. Claro que, como ya lo he hecho público, no voy a poder ir nunca a Alcohólicos Anónimos. 

Sinfincopulamiento: Los afortunados a quienes ha pillado la encerrona con su nuevo amante.  Mejor que controlen un poco y tengan cuidado con los juguetes sexuales, que no están las Ucis para según qué percances. 

Confinapelotonamiento:  Donde ha pillado a mucha gente en casa, y cada uno de su padre y de su madre.  Si hay niños, el Estado de Alarma está completamente justificado. 

Sinfinescalamiento: Aquellos para los que hasta la desescalada se les está haciendo muy cuesta arriba. 

Sinfinamiento: Los que abandonaron toda esperanza, y no ven la luz al final del túnel, ni siquiera el túnel. 

Confinarrepiento: Aquellos que habían cerrado los balcones a cal y canto para ganar más espacio al salón; que luego, ni eso. 

Confinharapiento: Los sin hogar, que se han quedado todavía más a la intemperie. 

Confincineramiento:  Las verdaderas víctimas, especialmente nuestros ancianos.  Los homenajes de poco servirán si no cambiamos las cosas para que nunca más pueda ocurrir algo así.    





7 de mayo de 2020.

“Peste de diario”.

Hoy he vuelto a pasar por mi kiosko de Prensa habitual, a la vuelta del paseo con Hopper y Lupita (Chucho y Lady según la nomenclatura de mi tía Marita), donde habían colocado varios letreros.  
El de los dueños, que está desde el día que cerraron y dice:
“Nuestro establecimiento permanecerá cerrado hasta nuevo aviso
Perdonen las molestias
Para cualquier consulta teléfonos de contacto xxx xxx”
Debajo, en un folio, escrito a mano con rotulador:
“OS
ECHAMOS
DE MENOS. . .
ÁNIMO!!!”
Y a un lado, en otro folio, imprimido por ordenador, y en el que se ve un icono de un corazón rojo que da abrazos y besos, el siguiente texto:
“ABRESOS
ABRAZOS+BESOS
OS ECHAMOS DE MENOS
A TI, COMO PERSONA
Y A TU NEGOCIO”
Lo firman “Vecinos de Pollo Martin”.
Encima de este letrero hay un cartel publicado por la revista HOLA, en el que, en el centro de un corazón formado por dibujos de cajeros, reponedores, policías, transportistas, etc, se lee ARRIBA LOS CORAZONES. 
Debajo, en tipografía blanca sobre una banda roja se ve un icono de almohadilla seguido de la frase “gracias por salvarnos: queremos agradecer la labor de todos aquellos que nos cuidan”.



Es una esquina muy transitada, y casi siempre hay alguien parado frente al kiosko, mirando los carteles, un poco incrédulo por la anomalía extraordinaria de que esté cerrado (hasta ahora, ni aunque cayeran chuzos de punta), y -supongo que igual que yo- deseando que vuelvan a abrir, sanos y salvos.   

¡ABRESOS, AMIGOS DEL KIOSKO! ¡OS ECHAMOS DE MENOS!



23-04-2020

Caldo primordial". 
(Receta del Coronavirus).

Sobre una cama -deshecha- de restos de patatas y verduras cocidas, se añade una cantidad suficiente de garbanzos.  Chorizo, aceite de oliva, hoja de laurel… cada cual a su gusto.  Con las sobras de ese plato, o sea, la segunda cama deshecha, se vuelve a poner en la olla una cantidad discrecional, ahora de alubias, y el aliño a capricho.  Otro viaje a la mesa, y después, con las sobras de las sobras -el fondo de olla, digamos- se incorporan unos puñados, al gusto, de lentejas.  Chorizo, y tal y tal.  Es importante que vaya quedando un caldo con solera y verduras suficientes, una sopa primordial, y si no bastara se debe añadir más caldo -vale del Súper- a cada golpe de olla, junto con las nuevas legumbres (cuanto más resecas, mejor).  Pimentón, etcétera, a capricho; dientes de ajo, todo un poco así, a bulto. Para terminar, con lo que quede de lentejas y masa madre, se hace otro guiso añadiendo caldo (casero de Arguiñano, si no hay otra cosa) y arroz, preferiblemente integral, que es más difícil de roer.  Y ahí lo dejamos, que, con un poco de suerte, ya habrán vuelto a abrir los restaurantes.  

Es la olla infinita -con permiso de David Foster Wallace-, olla en bucle, olla de Atapuerca. Y en el fondo, nunca mejor dicho, es lo que hacían nuestras antepasadas, tan monas ellas, que, cuando no estaban retozando con los pintores, ponían el puchero en el fuego de la cueva -o los chuletones a la piedra, no seamos puristas-, añadiendo ingredientes según iban dando cuenta del guiso los cazadores de turno, sin miramiento alguno, y haciendo mucho ruido al comer.  





“Peste de Diario”
6 de abril de 2020

Animales que he visto estos días, cuando me muevo por el centro de mi ciudad.  Una plaga -otra plaga- de palomas (ratas del aire, según Muchachada Nuí), pequeños bandos de gorriones, un lobo -todo el mundo sabe que ha venido el lobo-, un grupo de delfines en la fuente de aquí al lado -me bañé con ellos-, un oso grizzly persiguiendo a unos turistas, una pareja de hamsters dando vueltas a la rotonda, un pato Donald, un montón de pasos de cebra, un elefante en una cacharrería, y una bandada de pájaros bobos saliendo del televisor. 
Unicornios, ni por asomo. Y eso que los está avistando todo el mundo, allí, al fondo, justo detrás del coronavirus.  












“Bitácora-tostón”.
(31 de marzo de 2020).

Me sacan de paseo mis perros como todas las mañanas, y a la altura del Parque de San Francisco me cruzo con un viejo embozado -soy de los pocos que aún no lleva mascarilla- que me dice al pasar: -Cuídelos bien!  -Ahora me cuidan ellos!, le contesto. 
Los que tenemos perros no nos sentimos, del todo, confinados. Es un privilegio que me provoca un amago de paranoia, según la cual, los vecinos al acecho tras las ventanas -viejas del visillo, policía y paisanaje de balcón que aplaude o da caceroladas a las horas prescritas-, azuzados por la envidia y el resentimiento maquinan perversas venganzas, o directamente, llaman a la policía para denunciar cualquier infracción, real o imaginaria.  Por si acaso, me alejo de las ventanas. 
De día en día -el miedo al virus ha ido invadiéndonos poco a poco-, se ven menos coches en la calle, y menos perros paseando a sus dueños.  Cuando los escasos humanos vemos alguien a lo lejos nos cruzamos de acera, o damos un rodeo por calles extrañas. La gente, haciendo cola en la panadería o la farmacia, mantiene una distancia quilométrica, y cuando pasamos por los parques parece que vemos sombras detrás de los árboles.  Fantasmas en nuestra imaginación, o a veces, -no se pierden del todo las buenas costumbres- un viejo que está meando.

Mi admirado Enrique Vila-Matas escribe en su “Café Perec” de hoy un artículo titulado “La insistente”, en el que continúa sus divagaciones literarias y autobiográficas con el pretexto de la rabiosa actualidad de la pandemia.  Recuerda escritos suyos de hace veinte años (el palimpsesto de Borges, versión Vila Matas), en alguno de los cuales hacía una lista de lo que definía como “razones básicas para la desesperación”, y al repasarlas, comprueba que la mayoría de ellas siguen teniendo hoy la misma vigencia, como una melodía que vuelve una y otra vez a lo largo de una composición musical, o de una vida. La última razón en aquel listado era “la monotonía que trae aparejada la costumbre de vivir”, y tirando de ese hilo vamos a parar a las cuatro paredes donde el dichoso virus nos tiene encerrados, solos o en compañía, por suerte o por desgracia solos, por suerte o por desgracia, en compañía.  Y cito: “Ese sentimiento de monotonía puede incluso parecernos ridículo, aunque lo más probable es que sigamos desperdiciando buena parte de nuestra vida en futilidades.  ¿La causa de esa propensión a tirar tanto el tiempo y a malgastarlo encima en una gran cantidad de ocupaciones tontas, como, por ejemplo, llevar una bitácora-tostón de nuestro confinamiento? Que seguimos teniendo tendencia a ir viviendo como si tuviéramos que vivir siempre y no dispusiéramos ni de un segundo para acordarnos de que hemos de morir”. Fin de la cita. 
Desde esta bitácora-tostón en la que estoy malgastando mi vida, no puedo por menos que disentir de mi admirado Vila-Matas. En mi caso, yo creo -pero no estoy seguro de nada, y menos, de las cosas en las que creo- que el lector aficionado a escribir que hay en mí es quien insiste una y otra vez en que lo haga, a pesar de que sepa que este cuaderno tiene escaso mérito, y aún menos interés para nadie que no sea quien está tarareando esta murga recurrente. 
No, no creo que vayamos a vivir siempre, dicho sea en contra de lo que desde hace un tiempo algunos Rasputines de pacotilla se empeñan en vendernos, esto es, la fuente de la eterna juventud, la muerte de la muerte, la eternidad en la tierra, que, igual que la eternidad en el cielo que nos han vendido toda la vida de Dios, más que una bendición a mí se me antoja una forma, sibilina, del infierno. 
Y sí, pienso a menudo en la muerte, lo que, dejando aparte la enfermedad y el dolor, no me parece la peor opción. Sólo se trata de llegar vivos hasta el final. 
Escribo esta entrada de hoy -un ladrillo más en mi bitácora tostón- pensando en la videoconferencia de ayer con los colegas del taller de escritura de la Casa de las Conchas. Raúl nos pidió que escribiéramos algún texto para leerlo en nuestro próximo encuentro virtual. Espero no haber caído en el peor defecto a la hora de contar algo, que a mi juicio no es ser un pelma -un pecado imperdonable, desde luego- sino el hecho, todavía peor, de hablar por hablar, para no decir nada.
Mucha salud a todos, colegas del taller, y mi deseo -insistente- de que os saltéis a la torera, un día sí y otro también, “la monotonía que trae aparejada la costumbre de vivir.”











21 de diciembre de 2019.

"Plátano de artista."  

En El País del 9 de diciembre de 2019, viene un artículo firmado por Pablo Guimón titulado “El plátano de 108.000 euros que un “performer” se comió en Art Basel”.  Como subtítulo y a modo de resumen escribe: “La inusitada ingesta de la obra del italiano Maurizio Cattelan por otro artista pone fin a la 18ª edición de la feria en Miami”. 
Dice el periodista que “Se cerraba así un peculiar círculo: de la representación del objeto, al objeto en sí mismo, y después, a la performance para las redes sociales.  Una pequeña historia del arte moderno”. 
El plátano, según explicó a la CNN el galerista Perrotín “es un símbolo del comercio global, un doble sentido, así como un artefacto para el humor”.
Y, hacia el final del artículo: “Una de las compradoras es Sarah Andelman, fundadora de Colette, la desaparecida tienda parisina, que declara que la obra refleja nuestro tiempo, la absurdidad de todo”.
Sobre el tema del plátano de Maurizio Cattelan, de la polémica orquestada con la complicidad de los medios y voceros habituales, de la subsiguiente performance de un autodenominado “artivista”, que lo cogió de la pared donde estaba sujeto con una cinta adhesiva, para comérselo, “in situ” y ante la concurrencia, grabando el acontecimiento para sus redes sociales, Estrella de Diego, la historiadora y crítica de arte, escribe en El País el artículo “Vicisitudes de un plátano”. 
En él, achaca a los medios y a la sociedad en general su desinterés por el Arte contemporáneo, y su querencia morbosa a hacerse eco del mismo únicamente por motivos espurios y oportunistas: “Cada vez que ocurre una cosa banal referida al arte contemporáneo la prensa salta ágil para convertirla en noticia”. Se trata -dice- “de dejar claro algo que se espera escuchar: la escena del arte actual es una tomadura de pelo en la cual se mueve gente con mucho dinero y poca cabeza”, sosteniendo que: “Esta vez tienen razón.  ¿Qué hay que entender de un plátano con una cinta aislante en una feria de renombre que coloca un tipo que trata de venderlo caro?", “Sobre todo un siglo después del Dadá”, añade.  Para concluir que ”Lo interesante no es el plátano y sus genealogías, sino la curiosidad hacia la escena artística que desde dentro no es peor o mejor que las demás, aunque a los ojos de tantos parece un territorio minado lleno de personajes sin escrúpulos. Y más grave, de bobos que caen en sus garras y compran el plátano”. 
En efecto, más de cien años después del urinario de Duchamp, del que por cierto el propio Maurizio Cattelan hizo su versión a modo de wáter de oro macizo (que alguien robó sin que conste vídeo de la performance, ésta sí que provechosa y rentable, quizá para no facilitar a la policía la prueba del delito), seguimos epatando al burgués -y vendiéndole el plátano a precio de oro- con toda esta parafernalia vanguardista y posmoderna, que no da signos de agotarse sino que vuelve una y otra vez como denuncia Estrella de Diego, con la complicidad de toda una patulea de genios y sus expertos en marketing, a la rabiosa actualidad. 
Destacable que la autora del artículo no se ponga de perfil, sino que tome partido sentenciando que en este caso se trata sólo de una patochada más con el objetivo de sacarle los cuartos a los millonarios papanatas de turno que no saben qué hacer con sus talonarios de oro. 
Pero al final ya sabemos cuál ha sido -y sigue siendo, desde hace más de cien años- la pregunta del millón (y nunca mejor dicho): Qué es arte y qué no; porqué el plátano es un fraude, y no lo es, por ejemplo -o también-, el resto de la obra de Cattelan, o el “Bouquet of tulips” de Koons y tantas de sus creaciones, o las de otros artistas que igualmente “beben” en la “Fountain” de Duchamp; y si en definitiva la pregunta no tiene respuesta ni la ha tenido nunca, y la conclusión inevitable es que no podemos hacer otra cosa que admitir que estamos ante el pecado más feo de la posmodernidad, esto es su lucrativo cinismo, según el cual arte no es otra cosa que aquello que el artista vende como arte.  Lo que lleva demasiado tiempo costando muy caro a todos los que lo amamos.  















1 de noviembre de 2019.

He leído el artículo de Use Lahoz en el País Semanal titulado “Jeff Koons, en París: ¿culos o tulipanes?”. 
Habla del filósofo Yves Michaud que, a su vez, ha escrito un artículo criticando la escultura que Koons ha regalado, como homenaje a las víctimas de los atentados yihadistas, a la ciudad de París, titulada “Bouquet of tulips”.  Por su parte, el artículo de Michaud lleva por título “Once anos de colores montados en tallos”, sobre cuyo contenido poco más hay que añadir, aparte de que Michaud califica la escultura como “pornográfica”.
Cita también Lahoz a Roberta Smith, crítica de arte del New York Times, según la cual (“Basta ya de odiar a Jeff Koons” titula el suyo) el artista “ha cambiado la escultura, aunando el pop, el minimalismo y Duchamp en una nueva vía”; ha sido capaz de “combinar a Brancusi con los juguetes hinchables”; para resumir finalmente que algunas de sus mejores obras vibran de “belleza, misterio y familiaridad.”
Acabo de echar un vistazo en Google a la simbología de los tulipanes y sus colores, y todo ese rollo.  Pureza, amor pasional, amor de otros géneros, elegancia, belleza incomparable, feminidad, etc, toda una retahíla interminable. 
Ya había visto fotos de la escultura de Koons, que además ilustra el artículo, y me había quedado, como me ocurre casi siempre con este artista, indiferente.  A mí no me dice casi nada su obra, ni en el fondo ni en la forma.  Él, y otros cuantos más me parecen meros epígonos de Warhol, que probablemente han mejorado sus técnicas de autopromoción y marketing para compensar lo lejos que están de su talento.
Aparte de que es evidente que el artista se vende muy bien y tiene mucha labia (y nada de eso es una crítica a su arte), yo no le veo la gracia a lo que hace (tampoco niego que tenga sentido del humor, como él mismo proclama, si no me equivoco, y la crítica en general reconoce).  Quiero decir que ni la estética, ni el sentido o la falta de sentido, ni el discurso narcisista y endogámico del autor y sus socios, me alcanza apenas de ninguna manera.
La escultura de marras me parece más bien resultona, empalagosa y hortera. Fea, vaya. Y como homenaje a las víctimas de aquellos terribles atentados, una broma de dudoso gusto. 
Ahora bien, eso de los "once anos de colores montados en tallos” se me había escapado por completo, pero ahora que lo dices. . .
En cuanto al artículo de Roberta Smith, veamos. Lo del pop es evidente;  lo del minimalismo no lo veo por ninguna parte (yo diría que Koons es más bien barroco y expresionista); y finalmente, relacionarlo con Duchamp no es decir nada porque la sombra de Duchamp se cierne sobre todo el arte contemporáneo con algún elemento conceptual, y ya sabemos que “todo arte es contemporáneo” -casi un mantra de los artistas posmodernos- y a la vez, desde Altamira y más allá hasta los Neandertales, el arte es siempre conceptual. 
¿Brancusi?, no sé, su primitivismo moderno me parece que tiene poco que ver con los juguetes hinchables de Koons.  Pero bueno, miraré con lupa a ver si así pillo también lo del minimalismo. 
En cuanto a lo de “belleza, misterio y familiaridad”, pues qué quieres que te diga. Sí creo que los niños se lo pueden pasar bien visitando con la familia una exposición suya, y los padres sólo tendrán que preocuparse de que no rompan nada, por la cuenta que les tiene, y de pasar de largo en las salas dedicadas a Cicciolina.  Por otra parte, quizá, las más interesantes. 
Pues eso, para gustos los colores, de los tulipanes o los tulipanos. 

Comentarios

  1. Recomendación: una entrada por publicación, no todas juntas. Bueno, no te preocupes, yo te leo igual :)

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